lunes, 1 de septiembre de 2008

EPISTOLARIO PRIVADO. Nicolás Maquiavelo.

Nicolás Maquiavelo, Epistolario privado, edición y traducción de Juan Manuel Forte, Madrid, La Esfera de los Libros, 2007, 496 págs. 28 euros.
MAQUIAVELO ÍNTIMO: la esfera más particular del gran pensador florentino, al descubierto.
Maquiavelo es un clásico. En los últimos treinta años, sus obras han tenido más de un centenar de ediciones en España, sobresaliendo entre todas ellas El Príncipe. También han ido apareciendo nuevas versiones de otros trabajos suyos, entre los cuales la Mandrágora, el Arte de la Guerra, o sus Discursos sobre la primera década de Tito Livio. Ahora publica la Esfera de los Libros la correspondencia del ilustre toscano, cuidadosamente editada y traducida por el profesor Juan Manuel Forte Monge. Por correspondencia nos referimos a lo poco que ha sobrevivido a las injurias del tiempo: las 84 cartas conocidas del famoso florentino, y las de sus amigos Francesco Vettori y Francesco Guicciardini, que son las únicas en presentar cierta continuidad temática y biográfica con las primeras.
El interés de esas cartas estriba en su espontaneidad. Maquiavelo nos desvela su intimidad y sus pensamientos. Al alimón de dicha correspondencia nos sumergimos en el ambiente italiano y la política de su época. Llama la atención que no diga palabra de ningún artista, ¡y eso que vivía en Florencia! Habla de sexo con gran libertad y desparpajo aludiendo con naturalidad a la homosexualidad de algunos amigos suyos y confiesa su propia bisexualidad con metáforas transparentes. Su hórrida descripción de un encuentro con una joven recuerda en lo repulsivo el episodio del Bálsamo de Fierabrás.
Hay mucho ingenio en esas cartas, y ninguna ternura. Confiesa haberse enamorado pero se trasluce que su único amor verdadero fue su ciudad natal: Florencia. Era muy consciente de que las intervenciones extranjeras iban a terminar con las repúblicas italianas. Resultan fascinantes sus consideraciones políticas: pensaba de Fernando el Católico —al que llama España—que era más afortunado que sabio, y su mayor temor eran los suizos y los demás alemanes. Incurre en contradicciones, se equivoca, y nos demuestra cómo la Historia se carcajea de los análisis de los historiadores, ¡no digamos de sus previsiones! Al alimón de esa correspondencia contemplamos los hitos de su propia vida: perdió su puesto de Secretario, fue encarcelado y torturado, y a pesar de sus esfuerzos no consiguió el favor de los Medici. Nos describe también su apacible vida —nada maquiavélica— como “disponible” forzoso: juega a los naipes con gente sencilla, se entretiene leyendo y aprovecha el tiempo en escribir su tratado más conocido.
Forte merece el nombre de italianista: ya se conocían su edición y traducción de dos obras de Savonarola, La simplicidad de la vida cristiana y el Tratado sobre la República de Florencia. Un gran acopio de notas, un índice onomástico y el indispensable mapa, facilitan la comprensión de tan interesante obra.
Luis Español.
La Aventura de la Historia, nº 119, septiembre 2008, pág. 119

martes, 1 de abril de 2008

LAS "COSAS DE ESPAÑA" EN INGLATERRA. Manuel Moreno Alonso


Manuel Moreno Alonso, Las "Cosas de España" en Inglaterra, Sevilla, Alfar, 2007, 434 pgs. 20 euros.
HISTORIA E IDENTIDADES NUTRIDAS DE RIVALIDAD: un país y sus habitantes como objetivos de la visión de los súbditos de su tradicional antagonista
U
no de los mayores enemigos de la Historia como disciplina reside en la escasa difusión extramuros del pensamiento histórico científico, relegado a la autofagia de tesis, revistas y actas de ponencias que el público desconoce. De ahí el interés de la publicación en línea o bien de la edición comercial de libros compendiando las contribuciones de un autor determinado. Este es el caso de Las cosas de España en Inglaterra: un país ante la mirada del otro, suma de artículos cuyo nexo de unión es la imagen de lo español en Gran Bretaña y en menor medida la visión de lo inglés en España. Analizar esa recopilación exige detenerse sobre la trayectoria de su autor. Manuel Moreno Alonso es profesor en la Universidad de Sevilla y si bien tiene a sus espaldas una copiosísima obra sobre temas andaluces, es también autor de trabajos de interés general, como sus contribuciones acerca de las Cortes de Cádiz, la imagen española de Napoleón o su ediciones de Blanco White. Además, siete años de estancia en Londres le permitieron conocer a fondo las fuentes británicas.
Las temáticas de Moreno se refieren por lo general al tránsito del siglo XVIII al XIX, cuando la Ilustración da paso al Romanticismo y el Antiguo Régimen al liberalismo. Esos años vieron la construcción de las identidades nacionales y la difusión de sus correspondientes estereotipos, de ahí que nuestro autor haya dedicado distintas obras suyas a la imagen de España. Ése, precisamente, es el marco de la mayoría de los artículos del libro, cuyo conjunto toma cuerpo a medida que avanza la lectura, ofreciendo distintas y muy documentadas visiones de una misma realidad. Liberales, masones, revolucionarios, viajeros, bandoleros, escritores, periodistas e ilustres exiliados nos acompañan durante ese viaje entre guerras y revoluciones que se prolonga hasta el Sexenio y culmina en el cantón gaditano (1873). Se desprende de una lectura forzosamente lenta, y atenta, que si bien algunos ingleses nos vieron con objetividad, y otros con simpatía, abundó la visión negativa. El poeta S. T. Coleridge consideraba a los españoles, en 1804, como “a degraded race that dishonour Christianity”.
El autor lanza una interesante pregunta: ¿se pueden concebir la historia y la identidad británicas al margen de su íntima rivalidad con España? Podríamos añadir: ¿se podría escribir la historia de España al margen de la de Francia? Temas sabrosos con infinitos y entretenidos desarrollos…
Luis Español
La Aventura de la Historia nº 114, abril 2008, pág. 114

viernes, 1 de febrero de 2008

EDMUND BURKE: REDESCUBRIENDO UN GENIO. Rusell Kirk



Russell Kirk, Edmund Burke: redescubriendo un genio, prólogo de Elio Gallego, Madrid, Ciudadela, 2007. 272 págs. 22 euros.
HUMANISTA, LIBERAL Y CONSERVADOR
El siglo XIX fue británico y el siglo XX norteamericano. El hecho de que dos siglos hayan visto la preponderancia de naciones que se expresan en inglés debiera como mínimo estimular nuestra curiosidad por las entrañas intelectuales del mundo anglosajón. Se agradece por tanto que la editorial Ciudadela publique la biografía que Rusell Kirk (1918-1994) —uno de los pilares del conservadurismo norteamericano— dedicara al irlandés Edmund Burke (1729-1797), cuya obra se viene revalorizando desde mediados del siglo XX. El progresista de salón que piensa que pensamiento conservador es una contradicción en los términos, no sospechará la riqueza ni la profundidad de los debates que originó la Revolución Francesa. Así, dos cultísimos conservadores y antirrevolucionarios como Edmund Burke y Joseph de Maistre eran el día y la noche: Burke era un humanista liberal, mientras que el saboyano se convirtió en arquetipo de reaccionario liberticida.
Burke no tenía especial simpatía por los norteamericanos, que eran esclavistas, pero defendió el entendimiento con las Colonias rebeldes y se opuso a la escalada que llevó a la Guerra de Independencia. Criticó los abusos británicos en la India y cuando la Revolución Francesa empezó a degenerar en sangrienta tiranía, alzó su voz poderosa contra Mme. Guillotine. También quiso que los católicos alcanzaran la igualdad política con los protestantes. A sus obras políticas hay que sumar su tratado sobre lo sublime y lo bello, recientemente publicado en España por Alianza (2005).
El trabajo de Kirk quizá peque de excesiva identificación con el biografiado, asumiendo todos sus postulados contra la Revolución, pero está bien documentado. Excelente traducción de Mariano Vázquez Alonso, cuya larguísima experiencia se resume en cuarenta títulos, entre los cuales el Confía en ti mismo (Self-reliance) de Emerson.
Luis Español.
La Aventura de la Historia nº 112, febrero 2008, pág. 117

martes, 1 de enero de 2008

LA TIERRA DEL BREVE PIE. José María Solé.


José María Solé, La tierra del breve pie: los viajeros contemplan a la mujer española, Madrid, Veintisiete Letras, 2007, 296 págs., 21 euros.
UNA VIEJA Y ENRAIZADA ATRACCIÓN
El último y muy entretenido trabajo de José María Solé consiste en un variadísimo compendio de testimonios acerca de la mujer española. El símbolo de esa mirada es el título del libro, La tierra del breve pie; y es que muchos extranjeros fantaseaban sobre la pequeñez del pie de las españolas, o le concedían una importancia social que rondaba el fetichismo.
Solé mira cómo otros nos miraron, cómo otros nos vieron. Sin pretensiones científicas ni bibliográficas, esa obra no es un remedo de los clásicos de Farinelli, García Mercadal o Juderías, sino que consiste en un centenar de textos, traducidos al español en su casi totalidad por el propio autor y pertenecientes a obras imposibles de hallar fuera del estrecho marco de las bibliotecas especializadas.
Del centenar de testimonios, sólo tres son femeninos, así que sobreabundan las miradas masculinas que van desde la misoginia hasta la rendida adoración. Rememorando el bicentenario de 1808 resultarán particularmente interesantes los recuerdos de aquellos británicos que vinieron a servir en la Peninsular War.
Algunos testimonios llaman la atención: todos los autores insisten en que los celos eran una materia del pasado, que en realidad el marido español era poco celoso y los celos más bien atributo de los amantes… Otro aspecto muy ponderado es la mezcla tan española de lo profano con lo divino o el hecho de que las castellanas no perdieran la titularidad de sus bienes al casarse. También hay visiones contradictorias y otras parecen dudosas o tan ridículas que resultan divertidas.
Un testimonio proporciona mucha información acerca del testigo; leyendo este libro nos sumergimos en la idiosincrasia de los europeos a lo largo del tiempo. Parte del placer de esta obra se debe a la vitalidad de textos cuyos autores se fijaban en elementos atractivos: vestido, colores, modas, actitudes, bailes, flores en el peinado, andares... Algunos elementos van cambiando al alimón de las modas, y otros han permanecido. Pensemos que Marcial hablaba ya de las castañuelas y de los bailes andaluces hace dos mil años…La cuidadosa elección de los textos impide que el libro sea un mero compendio de clichés; antes bien, nos invita a hacernos preguntas acerca de lo que creemos saber sobre nuestras abuelas y antepasadas, es decir, sobre nosotros mismos, nuestra esencia y nuestro devenir.
Luis Español
La Aventura de la Historia nº 112, febrero 2008, pág. 48

EL MUNDO CLÁSICO. Robin Lane-Fox.




Robin Lane-Fox, El Mundo Clásico, Barcelona, Crítica, 2007, 840 págs. 36 euros

NUEVA MIRADA SOBRE LA ANTIGÜEDAD: una modélica muestra de la mejor producción historiográfica anglosajona.
Los libros gordos siempre despiertan el temor al mamotreto. Sin embargo el voluminoso ensayo de Robin Lane-Fox es una obra que no sólo se lee sino que se disfruta. No hay novela de Dumas que pueda compararse con la intriga que se va desarrollando a lo largo 56 capítulos que cubren mil años de historia, desde los albores de la cultura griega hasta Adriano. Los lectores más exigentes disfrutarán con la nota oportuna y las innumerables cuestiones que el autor va planteando a lo largo de 718 páginas de texto, sin contar otras cien de notas, bibliografía e índices. Todo el circo de la Antigüedad greco-romana desfila ante nuestros ojos: Homero, Atenas y sus filósofos, Esparta, los Persas, Alejandro, la India helénica, los elefantes de Pirro, Aníbal, los Gracos, Pompeyo, batallas, efebos, academias, emperadores, orgías, historiadores, matronas, mártires, héroes y prostitutas. Sólo por eso, merecería la obra de Lane-Fox considerarse como uno de los grandes libros del año. Pero hay más; a lo largo de su trabajo, el autor reflexiona constantemente sobre conceptos como “libertad”, “justicia” y “lujo” y su relato está lleno de enseñanzas acerca del hoy y quizá del mañana. La actual descristianización, paralela al culto al cuerpo y a la juventud, nos aproxima cada vez más al perdido mundo de Antinoo. La pasión por el Hipódromo ¿no era un precedente de nuestro fútbol? ¿Y acaso no vivimos hoy, como en la Roma imperial, una elección entre libertad y orden?
La gran cualidad de la historiografía británica consiste en la seguridad de sus autores, que no teniendo ya que demostrar nada, se permiten escribir con fluidez, libertad y un sentido del humor que siempre se agradece. Al maestro británico no le importa pasar por excéntrico y nos confiesa que le gustaría ser enterrado en algún lugar de Macedonia en compañía de sus caballos o se permite calificar a Julio César como “dictador funesto”, opinión tan discutible como bien argumentada. Es igualmente criterio personalísimo del autor no ir más allá de Adriano o dedicar mucho más espacio a Plinio el Joven que al emperador Tiberio. Lane-Fox insiste en una visión personalista de la Historia: los acontecimientos parecen depender más de voluntades individuales que de tendencias y estructuras previsibles.
Texto tan enjudioso merecía una buena traducción, y la mitad por lo menos del placer de la lectura se debe a la excelente versión de dos grandes profesionales, Teófilo de Lozoya y Juan Rabasseda Gascón.

Luis Español
La Aventura de la Historia nº 111, enero 2008, pág. 117